22.8.07

CRITICA ESPANTACUCO, TORO GOYA, JORGE WITTWER, GALERIA CARMEN CODOCEO, LA SERENA, 2004

“Espantacuco”. Los temores y el abuso.
Por Mauricio Toro Goya
Publicado en Periodico Tiempo, pagina 27, semana del 01 al 07 de Julio de 2005

Cuando niños siempre fuimos condicionados a la idea de un ser imaginario, a uno que la mayoría de nuestros padres llamaban «Cuco", un ser mitológico de procedencia cultural popular española, con el cual se hace temer a los niños, una idea que no tiene ícono. Muchas veces consulte a mi abuela, ¿Cómo es el Cuco? Y la respuestas más inmediata siempre fue que se parecia al diablo, para otros amigos el cuento tenía relación con algún tipo de duende maligno. La forma o estructura icónica de este ser, tenía relación con el imaginario de los padres, lo sofisticado de su cultura y por sobre todo con el temor que nos querían provocar.

El Cuco pasa a representar en la cultura nacional el castigo al pecado o la reprimenda social (a modo de núcleo familiar) a la no obediencia, pero lo que nunca imaginaron nuestros padres era cuánto temor nos llegaría a producir esta manifestación “viene el Cuco". Para muchos fue un trauma y caló tan hondo en nuestra psicología infantil, que muchos aún recordamos el concepto, pero para cada uno de nosotros su inagen es distinta.

Jorge Wittwer, artista visual que expone en la galería Carmen Codoceo hasta el dieciséis de julio, nos pone los pelos de puntas con su instalación «Espantacuco', trabajo que da cuenta de los temores infantiles, lugares comunes que nos acompañan hasta hoy en el secreto de nuestros temores, creo que aún muchos duermen con la luz encendida cuando están solos.

Por cada rincón de la sala se ve la representación visual de ese Cuco, que muchos imaginamos de formas diversas, Wittwer lo resuelve de forma magistral, te hace renacer esos temores de infancia, llena esa habitación de inservibles espantacucos, lamparitas luminosas con figuras de payasos, ositos y otras, que invita el mercado para alejar a esos seres que sólo el imaginario infantil logra dar forma.

Comienza el cuestionamiento en el recorrido de la propuesta de este autor visitante. ¿Para qué recurrimos a este tipo de mitos con los niños?, ¿estamos concientes de qué daño podemos provocar?, ¿Cuándo ya no resulta este nilio, qué medidas utilizamos? Y ahí se nos va construyendo esa lectura que nos plantea el artista con esos juguetes llenos de soledad u otras veces con miradas sádicas o simplemente interpretando escenas sadomasoquistas.

Un pilar de osos que están invertidos y muestran su forro por el Interior, como proyectando la verdadera imagen oculta de estos amiguitos que nos hacían compañía después del “duérmete que viene el Cuco”, o esos duendes amorfos que se emplazan en la oscuridad de la sala tratando de dar forma al mito aterrador que usaban nuestros progenitores, arrodillados sobre semillas de maíz (por mentiroso) y los trozos de muñecas representando la fragilidad de la niñez y la vulnerabilidad de esos cuerpos y mentes, la figura del diablo como icono del mítico Cuco, para terminar centrando la muestra en esa sabana que cuelga, una sabana de infante con estampado de ositos, payasitos e imágenes de cuanta ternura representada, una sabana con una mancha de orina, estampado hecho por el pichi de un niño lleno de temor, asustado por cuanto cuento y reprimenda tiene en su fértil imaginario.

Esta es una exhibición que logra plasmar objetivamente, un concepto, recrear una imagen que todos tenemos en recuerdos, un icono que no sabemos representar.

Hoy he visto al Cuco, transformado en una instalación de arte, y sin temor a equivocarme, debe ser la mejor exposición que ha llegado este año a la ciudad de La Serena.

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